Los dones del Espíritu Santo (5): el don de consejo

Fuente: FSSPX Actualidad

Santa Juana de Arco

Mientras la Iglesia y sus hijos se preparan para celebrar la venida del Espíritu Santo en esta Vigilia de Pentecostés, FSSPX.Actualidad propone a sus lectores descubrir un poco mejor estos siete dones concedidos por la bondad de Dios a nuestra alma para santificarla. Después de meditar sobre los dones de inteligencia, sabiduría y ciencia, continuaremos con el don de consejo.

El don de consejo corresponde a la virtud de la prudencia, porque al prudente le corresponde aconsejar. Pero se le llama don de consejo más que de prudencia, para distinguir mejor la inspiración divina que caracteriza los dones del Espíritu Santo. Santo Tomás explica:

"Pues bien, dado que en los dones del Espíritu Santo la inteligencia humana se comporta no como motor, sino más bien como movida, como ya hemos visto, fue conveniente que el don correspondiente a la prudencia no fuera llamado precepto [por el cual el alma se ordena a sí misma tal acción] o juicio, sino más bien consejo, que expresa mejor la moción que recibe el alma aconsejada de quien la aconseja" (II-II, 52, 2, ad 1)

El don de consejo regula nuestras acciones, no por razones humanas, sino por razones divinas, conocidas por la experiencia íntima de las realidades divinas, que instruye al alma en todo lo necesario para la salvación, sin excluir por ello la indagación, guiada por el Espíritu Santo, que, según la promesa de Cristo, nos enseñará toda verdad, en cuanto a la indagación, en cuanto al juicio y en cuanto a la acción. 

Las facultades prácticas pueden perfeccionarse mística y afectivamente, debido a la unión con Dios, que les da una mejor disposición y las hace más perfectas en el juicio prudencial. Los medios a utilizar se considerarán entonces no según razones humanas, sino según la confianza en Dios, que es poderoso para disponer de todos los medios y vencer todas las dificultades.

Así, el don de consejo se funda sobre todo en la esperanza divina, porque dispone de muchos medios que solo pueden implementarse gracias a la ayuda divina y a la omnipotencia de Dios, sobre la que se sustenta ante todo la esperanza.

¿A qué objetos se extiende el don de consejo?

Se extiende directamente a todas las acciones que son objeto de los dones que regulan lo afectivo, es decir, los dones de fortaleza, piedad y temor. Así como la prudencia regula todos los actos de las virtudes cardinales, así la prudencia del Espíritu Santo o don de consejo tiene por objeto directo regular y dirigir las operaciones que proceden de los dones del Espíritu Santo perfeccionando las facultades apetitivas.

Indirectamente, y de manera secundaria, el don de consejo puede orientar lo que pertenece al dominio de las reglas comunes, en la medida en que estas últimas deben estar sujetas y subordinadas a las reglas divinas. Y no solo las cosas que son de consejo, sino también las de precepto, pueden ser dirigidas por el don de consejo.

Cabe señalar que, si bien el don de consejo actúa siempre por inspiración del Espíritu Santo, la solución no siempre es entregada inmediatamente a cada uno por el Espíritu Santo, sino muchas veces por intermediación de otros hombres, con quienes quiere que consultemos sobre lo que debemos hacer. Así, a través del don de consejo, el Espíritu Santo nos lleva a consultar a los demás, para luego aceptar y realizar lo que ha sido bien examinado.

Santa Juana de Arco solía llenar de asombro a los generales de Carlos VII por sus decisiones. Por ejemplo, en Orleans, Dunois y sus lugartenientes creyeron haber hecho lo suficiente para liberar una de las orillas del río: "No, no", dijo Juana, "tú seguiste tu propio consejo, y yo seguí el mío. Créeme que el consejo de mi Rey y Señor prevalecerá sobre el tuyo. Levántate mañana con el ejército".

Juan de Santo Tomás, Los dones del Espíritu Santo