Sínodo de los Obispos: una fase inesperada

Fuente: FSSPX Actualidad

Vista aérea del Aula Pablo VI

Todo el mundo conoce -o ha cantado- la poesía de los Caballeros de la Mesa Redonda: es muy probable que la fase otoñal del sínodo de los obispos convierta la leyenda en una adaptación muy real y conforme a la agenda progresista de una parte de la jerarquía.

Hasta ahora, siempre que la prensa evoca el sínodo de los obispos, muestra al lector, a modo de imagen ilustrativa, una sala dispuesta en semicírculo, como un anfiteatro universitario, con sus filas descendiendo hacia una tribuna donde el romano pontífice está sentado, rodeado de un puñado de altos prelados, cuando preside personalmente la asamblea.

Pero todo esto debería ser historia en unos meses, según los anuncios hechos el 20 de junio de 2023 en la Sala de Prensa del Vaticano por el Padre Giacomo Costa, consultor de la Secretaría General del Sínodo.

Los jesuitas -decididamente omnipresentes bajo el pontificado actual- han anunciado que la asamblea general prevista para el próximo octubre tendrá un carácter muy diferente.

En cuanto al lugar, en primer lugar: ya no será en la sala del sínodo -con una capacidad de 300 asientos- habilitada por el Papa Pablo VI en 1971, y modernizada hace algunos años a un gran costo para instalar una mejor iluminación, una pantalla de video gigante, y sobre todo el aire acondicionado. La asamblea se trasladará al Aula Pablo VI. Aquí es donde suelen celebrarse las audiencias públicas de los miércoles, en los meses más fríos y menos propicios para recibir peregrinos en la plaza de San Pedro.

La razón dada en primer lugar es la del aumento del número de obispos: habrá alrededor de veinte obispos más en la próxima asamblea. Pero, como era de esperar, es sobre todo por el número de laicos que se espera que participen en las reuniones que fue necesario dejar una sala sinodal demasiado estrecha.

Existe otro motivo, con una retórica que atrae tanto la atención como la sospecha del lector informado: el Aula Pablo VI sería ideal para "facilitar la dinámica de la conversación en el Espíritu", advierte el Padre Costa. Porque, precisa el jesuita, "la sala Pablo VI se puede organizar con mesas redondas en torno a las cuales pueden desarrollarse grupos de trabajo de diez personas, lo que hace más rápida la transición entre las sesiones plenarias y el trabajo en grupo". Evidentemente, se trata de hacer debates baratos que no se extiendan a causa de las objeciones doctrinales, y de diluir la autoridad de los obispos dispersos en distintos talleres en compañía de laicos probablemente muy "comprometidos".

De hecho, confiesa el Padre Costa, "la conversación en el Espíritu ofrece una alternativa viable a la polarización". En otras palabras, se trata de evitar cualquier oposición sobre los temas más progresistas -como muestra el Instrumentum Laboris presentado el mismo día en la Sala de Prensa de la Santa Sede- que podría haber desembocado en una "bronca" episcopal si se siguiera el antiguo formato de las asambleas sinodales.

El "método" descrito por el consultor de la secretaría del sínodo no deja en ningún caso dudas sobre el deseo de los organizadores del sínodo de imponer su agenda progresista, incluso si eso significa utilizar grandes influencias dignas de un manual de gestión para principiantes.

Último detalle dado por el Padre Costa: "La asamblea de octubre no marcará el final del sínodo, habrá una última sesión, y entre las dos seguiremos avanzando, releyendo la experiencia hecha como pueblo de Dios". Definitivamente, el "dios de las sorpresas" todavía tiene muchos trucos bajo la manga, depositados cerca de la Casa Santa Marta.