En Myanmar, la Iglesia siembra el orden en medio del caos

El cardenal Charles Maung Bo en el santuario mariano de Nyaunglebin
Myanmar acaba de entrar en su quinto año de guerra civil. Aunque es una minoría en un país de mayoría budista, la Iglesia católica está tratando de ejercer toda su influencia a favor de la paz y para evitar el colapso total de un país que se encuentra más que nunca al borde del caos económico y social.
En la antigua Birmania, rebautizada como Myanmar, los años pasan y se parecen entre sí, con su cortejo de muertos y paisajes desolados por un conflicto civil con ramificaciones étnicas que se desencadenó —¿quién lo recuerda?— el 1 de febrero de 2021, mediante un golpe de Estado militar que provocó la rebelión de varios grupos armados.
Según estimaciones del Armed Conflict Location and Event Data Project (ACLED) y varios informes de las Naciones Unidas, el conflicto habría causado la muerte de al menos 50,000 personas desde 2021, de las cuales unas 8,000 eran civiles. Estas cifras no incluyen los numerosos asesinatos o ejecuciones extrajudiciales en regiones que a veces se han quedado totalmente desatendidas.
El golpe militar de febrero de 2021 sumió al país en un complejo conflicto armado que enfrenta a la junta militar (Tatmadaw) con diversos grupos de resistencia, en particular las Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDF) y organizaciones étnicas armadas. He aquí un balance basado en la información disponible hasta el 21 de febrero de 2025:
En cuatro años, la junta ha perdido el control de más de la mitad del territorio nacional frente a los grupos rebeldes, especialmente después de la toma de Lashio en agosto de 2024 por parte del Ejército de Liberación Nacional Ta'ang (TNLA) y el Ejército de la Alianza Democrática Nacional de Myanmar (MNDAA). A pesar de ello, todavía conserva cierto control sobre las grandes ciudades como Yangon y Mandalay.
Según la ONU, debido a la guerra, más de 3.3 millones de personas han sido desplazadas dentro del país, de una población total de 54 millones de personas, un éxodo que afecta especialmente a las regiones fronterizas como los estados de Shan, Chin y Kayah. Decenas de miles de civiles más han huido a países vecinos: Tailandia, India o Malasia.
A esto hay que añadir que, según el Banco Mundial, más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. La conscripción forzosa impuesta por la junta en 2024 ha acentuado la escasez de mano de obra empujando a los jóvenes a marcharse al extranjero.
Aunque solo representa el 3% de la población de Myanmar, la Iglesia católica sigue desempeñando un papel destacado en el conflicto que la golpea con fuerza: los católicos, concentrados en los estados de Chin, Kayah y Kachin, donde se encuentran principalmente las minorías étnicas de Myanmar, son los más afectados.
Desde 2021, más de 55 instituciones cristianas han sido destruidas, en particular por ataques aéreos y artillería de la junta: la catedral de Mindat fue bombardeada en febrero de 2025, y la de Loikaw fue ocupada por el ejército en noviembre de 2023. Estos ataques tienen como objetivo traumatizar a las comunidades cristianas, percibidas como partidarias de la resistencia.
La Iglesia sigue siendo un actor humanitario de primer orden en la ayuda a las poblaciones desplazadas: en la diócesis de Loikaw, donde más de la mitad de las 41 parroquias están destruidas o dañadas, los sacerdotes y las religiosas siguen ofreciendo refugio, comida y atención médica. En Lashio, 600 personas han encontrado refugio en la catedral. Iniciativas como las de Caritas (KMSS) en Loikaw dan prioridad a la ayuda a los más vulnerables, a pesar de los riesgos.
Riesgos que se ilustran con el brutal asesinato del Padre Donald Ye Naing Win, el 14 de febrero de 2025: en la región de Sagaing, afectada por los enfrentamientos entre el Tatmadaw y las fuerzas de la resistencia, el sistema estatal se ha derrumbado y las parroquias son los últimos gérmenes de orden en medio del caos. El 14 de febrero, diez hombres armados "visiblemente bajo los efectos del alcohol y las drogas" mataron a puñaladas al sacerdote que organizaba clases de apoyo escolar para los niños.
El futuro de Myanmar está marcado por la fragmentación del país y el creciente riesgo de una "balcanización" étnica. Pero después de cuatro años, la Iglesia católica, a pesar de las persecuciones, sigue siendo un refugio y una voz para la paz: el pasado 11 de febrero, el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon y primado de Birmania, hizo un llamamiento a la reconciliación nacional en el santuario de Nuestra Señora de Lourdes de Nyaunglebin, con el fin de anticipar el momento en que las armas finalmente se callen.
Fuentes: Fides/Vatican News/ACLED – FSSPX.Actualités
Imagen: © Facebook / Basilique de Nyaunglebin