Feliz fiesta de Nuestra Señora de Lourdes - 11 de febrero

Fuente: FSSPX Actualidad

Hoy se conmemora el 160° aniversario de las apariciones de Nuestra Señora en Lourdes, Francia. Con este estudio pretendemos poner a la luz uno de los acontecimientos más apasionantes y debatidos en estos dos últimos siglos. Acontecimiento que es la meta de millones de personas que recorren cientos de kilómetros con la esperanza de obtener en este lugar una curación milagrosa.

Pero Lourdes no es solamente esto. Por el carácter sobrenatural atribuido a algunas decenas de curaciones, Lourdes se ha convertido en objeto de ásperas polémicas y de infinitas controversias entre quienes están a favor del milagro y el partido de los que en nombre de la razón y de la moderna ciencia quisiera borrar para siempre Lourdes y sus prodigios, denunciándolos como el fruto de una gigantesca e innoble maquinación, cuya presencia representa una ofensa y un atentado al progreso de la humanidad. La condición de seres humanos libres y dotados de razón nos pone inevitablemente frente a una encrucijada y a opciones que conducen a caminos del todo opuestos: o Lourdes es un enorme fraude material y espiritual que especula el mal de los demás y entonces será nuestro deber desenmascararlos; o es el lugar donde el cielo y la tierra se tocan y en ese caso, si somos verdaderamente coherentes, nuestra vida debería cambiar.

Breve historia de las apariciones de Lourdes

Los hechos que vamos a narrar se desarrollan en Lourdes, una pequeña ciudad francesa situada en los Pirineos cerca de la frontera española, entre febrero y julio de 1858. Este pequeño lugar, que en la época de los acontecimientos contaba con poco más de 4,000 habitantes, ahora tiene 20,000. Fue este lugar rocoso el que se convirtió en teatro de las apariciones de la Madre de Dios a Santa Bernardita (nacida el 7 de enero de 1844, en una familia muy pobre). En 1858, el año de los hechos, Bernardita tenía catorce años.

La mañana del 11 de febrero fue a recoger leña y al pasar el río sintió un fuerte viento. Se volvió y vio a una Mujer vestida de blanco... La segunda aparición fue el domingo siguiente, y Bernadette llevó agua bendita para probar si era una visión diabólica. El jueves 18 de febrero la Virgen se le apareció por tercera vez.

La Virgen le dijo que viniera a diario durante 15 días. Algunas apariciones eran silenciosas. En la novena aparición le dijo que se lavara la cara en una fuente que no existía. Bernardita fue al punto indicado y no habiendo agua, se echó lodo en la cara. De allí salió un manantial de agua lím­pida esa misma tarde. Los días 27 y 28 de febrero tuvieron lugar otras apariciones siguientes. En la duodécima aparición la Virgen le reveló tres secretos que ella mantuvo para sí. La última (18ª) aparición fue en marzo.

Bernardita se fue al convento ocho años después y murió a los treinta y cinco años de edad, después de una durísima vida religiosa. Quiso huir de toda fama, pues las curaciones se iban sumando.

Mientras tanto el obispo de Tarbes, Mons. Laurence, formó una comisión compuesta por peritos, médicos y eclesiásticos, los cuales después de un año de minuciosas y severas indagaciones. El 18 de febrero de 1862, a cuatro años de las apariciones, se reconocieron siete casos de curaciones milagrosas, sosteniendo la autenticidad de las apariciones.

La Iglesia y la ciencia

El promedio de peregrinos que iban a Lourdes, cuando la fama se extendió era de 4 millones cada año, de los cuales 60,000 eran enfermos. La Iglesia se encontró con muchas curaciones llamadas milagrosas, pero no existía una estructura médica que garantizara un estudio específico de los casos milagrosos.

¿Qué es un milagro? La definición que da cualquier diccionario de teología católica es la siguiente: “El milagro es una efecto sensible fuera del orden normal, que trasciende las fuerzas de la naturaleza, signo espontáneo de la potencia y ciencia divinas y de una intervención extraordinaria”.

Lourdes fue atacado por la prensa social-masónica y tales ataques se transformaron en persecuciones abiertas sobre todo por parte de las autoridades civiles, las cuales llegaron a rodear la gruta, prohibiendo a los peregrinos tomar agua de la fuente. Por estos motivos, la jerarquía católica desde el año 1878 formó, con la colaboración científica de numerosos médicos la “Oficina de Constataciones Médicas”, que más tarde se llamó simplemente “Oficina Médica”. Este departamento tiene la tarea de declarar si una curación es o no milagrosa, basándose en diagnósticos anteriores y en el estado actual del enfermo.

Los médicos que la componen son de todas las nacionalidades y creencias, incluso ateos; y este estudio se hace a la luz de todo el mundo. Esta oficina examina sólo uno entre cuatro casos de los que se le presentan. Descarta cualquier enfermedad del sistema nervioso, ya que se podría tratar de neurosis, histeria o simulaciones.

En segundo lugar, una curación, aunque sea instantánea y sin convalecencia, no se declara inexplicable si uno sólo de los 1,800 médicos se declara dudoso acerca de las interpretaciones de una radiografía o de un examen de laboratorio. Además, la persona curada, después de haber transcurrido por lo menos un año del prodigio, es invitada a la Oficina Médica donde todos los médicos que lo deseen pueden interrogarla. Sólo después de un acuerdo unánime en el reconocimiento de la preexistencia de una grave enfermedad orgánica (correctamente diagnosticada) y una posterior curación instantánea, es decir, que tuvo lugar sin el factor tiempo, comienza la redacción del caso, redacción que a veces requiere años, que termina con la declaración de esa curación como inexplicable y fuera de cualquier ley biológica.

Ni aun la prensa masónica ha osado desmentir uno solo de los veredictos que emite este colegio científico. Aún después de la declaración de la Oficina Médica, las conclusiones se vuelven a controlar y las ratifica un segundo órgano científico: el “Comité Médico Internacional de Lourdes”. Este último (nacido en 1947 y compuesto por 40 miembros) examina uno por uno los expedientes que van destinados a los expertos que componen el mismo Comité. Estos, después de un estudio profundo del caso, presentan sus conclusiones en su reunión plenaria que se convoca en París más o menos una vez al año. Al Comité se le pide la confirmación del carácter inexplicable de las curaciones examinadas. La declaración de las curaciones extraordinarias es enviada a los obispos de las respectivas diócesis de origen de los ex enfermos. Hecho esto, les corresponde a los órganos diocesanos declarar solemnemente el milagro.

Es de notar que además de todo esto hay gente que ha sido curada y que sin embargo no ha presentado su caso. La ciencia ha declarado ya como ciertas, definitivas e inexplicables más de 5,000 curaciones. Con todo la Iglesia sólo ha confirmado como milagrosas 64 de éstas.

Los masones no pudiendo negar la cautela con que actúa la Iglesia, quieren atribuir todo a la psiquiatría, “a las alteraciones psicosomáticas del sistema neuro-vegetativo que dan origen a fenómenos como las alucinaciones e histeria personal y colectiva causadas por el fanatismo religioso”... A estas objeciones, la única respuesta es el dictamen imparcial que dan los científicos, puestos por ellos mismos para atacar a Lourdes. 364 médicos afirmaron que daban testimonio de numerosas curaciones que no se pueden racionalmente explicar con las fuerzas naturales.

Casos

Pietro de Ruder, 44 años, belga. El 16 de febrero de 1867, mientras unos jóvenes intentaban transportar un árbol que habían cortado, Pedro estaba cortando unas ramas para facilitar el transporte del mismo. De repente el árbol le cayó encima, provocándole una fractura en la tibia y en el peroné. Un doctor le insertó una placa metálica en la pierna, pero a las semanas Pedro se quejó de un fuerte dolor. Al quitarle la placa se observó que la pierna se estaba gangrenando, el hueso no se había soldado y estaban los fragmentos del mismo llenos de pus. Durante dos meses el doctor intentó curarlo sin llegar a resultados satisfactorios Pedro acudió a otros doctores de Brujas, pero todos declararon que era imposible curarlo y por lo tanto era necesario proceder a la amputación de la pierna. Pedro no aceptó. Prefirió guardar cama con un intenso dolor: estuvo en este estado desde 1867 a 1875 (8 años). La pierna permanecía fracturada y al nivel de la fractura se asomaban los huesos. Cuando más tarde otro doctor vino a reconocerlo, constató que la gangrena era de 10 cm. de larga por 5 cm. de ancha; de ésta brotaba un líquido fétido de color café. Se le dijo que se le tenia que amputar, pero él rehusó de nuevo y decidió finalmente ir a la gruta de Lourdes.

El chofer iba muy enojado por tener que llevar a este hombre, cuya llaga era tan pestilente. A llegar, Pedro se puso a rezar y de repente sintió que perdía el sentido y se arrodilló. Cuando volvió en sí se dio cuenta que su pierna antes hinchada había tomado su tamaño normal y las vendas se le habían caído. Ya no había nada en el lugar de la fractura. Los médicos que lo revisaron constataron que el hueso había cicatrizado perfectamente. Su médico se convirtió y mucha gente que lo había conocido y que era atea se hizo católica. El señor Pedro de Ruder murió 25 años más tarde.

Vittorio Micheli, 22 años, italiano. En 1962 mientras este joven italiano hacía su servicio militar, sintió un gran dolor en la pierna izquierda, casi a la altura de la cadera. Fue trasladado al hospital donde se le detectó un tumor. Se le enyesó la pierna para que pudiera caminar y se le dieron analgésicos para calmar sus continuos dolores. Se vio que el tumor iba avanzando y destruyendo la parte inferior del tronco del sacro. El paciente pidió que se le llevara a Lourdes. Según el informe médico, anterior a la peregrinación a Lourdes, la pierna estaba hinchada y no se palpaba hueso sino sólo una masa blanda; así que era imposible realizar el mínimo movimiento con la pierna izquierda.

En 1963 Vittorio fue de peregrinación a Lourdes. Después de la primera inmersión en el agua, el paciente ya no sintió dolor alguno. Al regreso a Italia, una radiografía mostró que el tumor se había detenido y había habido una mejoría general. A pesar de esto, le quisieron dejar el yeso y en 1964 al quitárselo, el paciente caminó perfectamente y el tejido óseo que estaba completamente dañado había crecido de nuevo. En 1972 volvieron a constatar la inusitada reconstrucción del tejido óseo. 13 años después, es decir, en 1976 se reconoció el milagro.

El milagro permanente de Lourdes

En 1850, cuando surgió la fuente en Lourdes, había cinco salidas de agua, de las cuales sólo quedan dos. En aquel entonces se hizo una especie de piscina para los enfermos. Más tarde como el número de enfermos aumentó, las autoridades eclesiásticas hicieron construir dos piscinas: una para hombres y otra para mujeres (el agua se cambia dos veces al día). En estas piscinas se sumergen las personas con las heridas al vivo: ulceraciones cutáneas, plagas infectadas, etc. de las cuales salen miles de microorganismos patógenos, agentes de enfermedades terribles. Además hay pacientes que quieren ser inyectados o ponerse compresas de este agua o beberla.

Tales noticias desencadenaron una campaña manipulada como siempre por la Masonería. Se argumentaba que por razones higiénicas era necesario cerrar Lourdes. Las autoridades eclesiásticas argumentaron que por el momento no se habla dado un solo caso de contagio.

En 1928 el doctor Auguste Vallé tomó una muestra de las aguas y las examinó. En ellas encontró numerosas especies de microbios: estafilococos, estreptococos, cocobacilos, colibacilos, y otros, todos portadores de graves patologías. Con este agua inyectó algunos animales de laboratorio. Aparte de una leve reacción los primeros días, los animales no empeoraron en absoluto. Seis meses después, en la autopsia, el doctor no les encontró ninguna lesión patológica.

En 1934 repitió la misma operación y obtuvo los mismos resultados. En 1936 prosiguió sus estudios tomando una muestra de agua del río Sena. Los exámenes microscópicos revelaron la presencia de las mismas bacterias encontradas en las piscinas de Lourdes. Inyectó a seis ratones y de éstos, tres murieron en el transcurso de pocas horas.

El doctor Auguste concluyó que el agua de Lourdes a pesar de contener bacilos peligrosos, era totalmente inocua a los fines higiénicos, aun siendo ingerida.

Otros 300 médicos firmaron junto con él que las leyes microbiológicas y patológicas están inexplicablemente suspendidas en las piscinas de Lourdes.